Si algo sabemos con seguridad, es que los Omegas son algunos de los nutrientes más importantes e imprescindibles para el buen funcionamiento del ser humano, en todas las etapas vitales, pero especialmente en mujeres embarazadas, lactantes, niños y mayores.
El 60% del cerebro está compuesto por grasas, de las cuales el 35% son Omegas. Son posiblemente los nutrientes más esenciales para desarrollar y mantener la salud cognitiva y del cerebro, que nos proporciona la capacidad de interpretar, adquirir, procesar, representar y recordar la información.
Sabemos muy bien que tener un equilibrio adecuado de Omega-3 y Omega-6 favorece un desarrollo y mantenimiento óptimo del cerebro, y de las habilidades cognitivas (atención, concentración, rendimiento, memoria…). Además, los ácidos grasos esenciales solamente podemos obtenerlos a través de la alimentación o la suplementación.
El desarrollo del cerebro
El cerebro humano comienza a desarrollarse poco después de la concepción, formando un complejo sistema de conexiones que continúa siendo refinado y remodelado a través de toda la vida. Estas conexiones son las redes de procesamiento de información responsables de nuestros pensamientos, sensaciones, sentimientos y acciones. La salud cognitiva abarca el apoyo y el mantenimiento de la capacidad de pensamiento funcional: la capacidad de adquirir, procesar, representar y recordar información.
El tamaño total del cerebro es aproximadamente el 90% de su tamaño adulto a la edad de 6 años, sin embargo, las conexiones parecidas a las de un adulto no se realizan por completo hasta el momento en que una persona llega aproximadamente a sus 20 años.
Durante la etapa de desarrollo es especialmente importante mantener un buen equilibrio de Omega-3 y Omega-6, ya que realizan funciones vitales para el desarrollo y el funcionamiento de las membranas neuronales, la neurotransmisión y la neuroprotección.
Además, según las evidencias científicas, sufrir un déficit o desequilibrio puede estar relacionado con retrasos en el desarrollo, dificultades de aprendizaje y problemas para concentrarse. Este equilibrio es uno de los factores que se altera como consecuencia de la neuroinflamación, una de las principales características que tienen en común los trastornos del neurodesarrollo y otras condiciones relacionadas. Por lo tanto, mantener el equilibrio entre Omega-3 y Omega-6 contribuye a mejorar los síntomas de estas condiciones.
Rendimiento y salud cognitiva
Cuando somos adultos, el rápido crecimiento de la adolescencia ha terminado y el neurodesarrollo se estabiliza, de manera que estamos en la etapa de máximo rendimiento.
Además de ser la etapa de mayor capacidad cognitiva y de rendimiento, también es la etapa en la cual, por norma general, sufrimos más estrés y fatiga. En parte, porque la digitalización de la sociedad ha promovido que los profesionales tengamos que dominar aún más la capacidad de atención para llevar a cabo tareas que requieren esfuerzo mental, mientras interrumpimos y cambiamos de tarea constantemente para seguir el ritmo.
Por lo tanto, los investigadores sugieren que una de las claves para reducir el desgaste cognitivo y superar los desafíos con los que nos enfrentamos, es alimentar correctamente nuestro cerebro.
Debemos recordar que, aunque el cerebro se considera maduro cuando somos adultos, la neuroplasticidad (adaptación) del mismo sigue en marcha durante el resto de nuestra vida y los Omegas contribuyen a mejorar dicha plasticidad y las conexiones neuronales, ayudando a mejorar habilidades como la atención, concentración, rendimiento, memoria y velocidad de procesamiento.
Enfrentando el declive cognitivo
Conforme avanzamos en la adultez, inevitablemente nos dirigimos a la vejez y en esta etapa mantener un buen equilibrio de Omega-3 y Omega-6 sigue siendo clave. Debemos seguir alimentando nuestro cerebro para mantener la salud cognitiva y prevenir el deterioro o los síntomas de demencia.
Las investigaciones han demostrado que las funciones cognitivas, específicamente la memoria, el razonamiento y las habilidades de comprensión, comienzan a disminuir en la mediana edad.
Hay muchos factores a tener en cuenta para mantener nuestra salud cognitiva y prevenir el deterioro. Existe una relación entre el estrés y el deterioro de la memoria, ya que el estrés afecta a las glándulas suprarrenales y los neurotransmisores, dificultando que el cerebro deposite nuevos recuerdos y pueda acceder a recuerdos almacenados.
Actualmente, los tratamientos para el deterioro cognitivo son limitados; una gran proporción de adultos mayores están considerando un enfoque holístico para prevenir el deterioro cognitivo y muchos llevan a cabo terapias complementarias para mantener una buena salud mental y física, durante más años.